Sobre la base sólida de una crianza en la que la igualdad de condiciones entre ella y sus hermanos era la norma, Luz B. Otero Rivera supo, desde muy temprano en su vida, que no había límites que le impidieran alcanzar sus metas.
Esta vegabajeña, la segunda de cuatro hijos -ella y tres varones- nunca percibió alguna diferencia en la manera en cómo sus padres la trataban por ser mujer, en comparación con sus hermanos. “En el tipo de crianza que me brindaron todos éramos iguales, así que, desde pequeña, he visto a los hombres al mismo nivel mío; en mi mente nunca ha habido una diferencia por la cuestión de género”, dijo, convencida de que esta mentalidad le ayudó a forjar su carácter personal y profesional.
La casa familiar, enclavada cerca de una zona industrial, fue el centro desde donde se abrió su joven mente a diversas posibilidades profesionales, pues, de camino a la escuela, la inspiraba. “Cada vez que pasaba por allí, siempre me decía: ‘quisiera ser la gerente general de esa fábrica”, para ese entonces no se educaba para ser empresario, recordó, al afirmar que nunca se vio trabajando en un empleo tradicionalmente identificado con el género femenino. En su día a día, se refirmaba más esa convicción.
“Si papá, de momento, estaba arreglando algo en la casa y yo pasaba y mis hermanos no estaban, me decía pásame X herramienta, yo tenía que aprender cuáles eran las herramientas. Por otro lado, si le hacía una travesura a alguno de mis hermanos y el me hacía llorar como consecuencia de mi acto, el resultado era que mi mamá me castigaba enviándome para mi habitación, así que con ella tampoco había ninguna diferencia por género”, reafirmó sonriendo Otero Rivera, quien también mostró su liderazgo al ocupar diferentes posiciones en sus clases graduandas escolares.
Cuando llegó a la Universidad de Puerto Rico, estudió gerencia industrial y, cuando termino su bachillerato en 1989, iba a comenzar su maestría pero pasó el huracán Hugo, con sus consecuencias devastadoras.
“En Vega Baja estuvimos sin agua mucho más tiempo”, rememoró la empresaria, al mencionar que una clase de mercadeo que había tomado en su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, y para la cual había creado un plan de negocios para un negocio no específico, se combinó con la necesidad de resolver un problema común para la población: la falta de agua. Esto la llevó a tomar una guía telefónica e indagar sobre negocios en el rubro comercial de los tanques de agua y, para su sorpresa, no existía nada similar en la isla. Fue así como, gracias a su entonces novio y un amigo ingeniero que viajaba periódicamente a Venezuela, pudo establecer una relación comercial con un fabricante en dicho país que le permitió, en 1990, iniciar la empresa en Bayamón. Llamada, entonces, Cisternas de Puerto Rico, se convirtió en pionera en la venta de tanques de agua en la isla.
El progreso de la compañía fue orgánico. Según avanzaba y se enfrentaba a múltiples retos, Otero Rivera encontraba soluciones que le ayudaban a ser más eficiente.
“Entonces, empecé a traer los famosos tinacos -como se les llamaban a los tanques de agua en el vecino país- y [un día] el fabricante me dice que no pueden traerse en una sola pieza porque no cabían muchos tanques [en los embarques]”. Esa primera gran lección la llevó a que los tanques, que luego llegaban en piezas, fueran ensamblados en la isla, por lo que necesitó contratar a técnicos que hicieran ese trabajo. En esa época, un proceso de divorcio le impuso una presión adicional. Sin embargo, acostumbrada a buscar soluciones y a trabajar duro, logró seguir adelante con el negocio e, incluso, pudo obtener ayuda de la Compañía de Fomento Industrial de Puerto Rico, pues, debido a que ensamblaba las cisternas localmente, la empresa fue categorizaba como de manufactura. De este modo, lo que en un momento supuso una complicación, más adelante le abrió las puertas para ayudarle a crecer.
“Eso ayudó mucho, porque, como [las cisternas] venían en piezas cumplía con los requisitos de manufactura. Eso nos dio espacio de mudarnos de una propiedad comercial pequeña ubicada en una marginal a una zona industrial que, para aquella época, [requería] que el negocio tuviera una categoría de manufactura para que te alquilaran lo que ellos llaman ‘la nave’”, explicó.
Sin embargo, para la empresaria, los desafíos actuales siguen siendo básicamente los mismos, pero mientras continúa creciendo la compañía, son de mayor escala. Estos incluyen la burocracia gubernamental, la complejidad del sistema contributivo, los cambios de leyes, los retos de infraestructura, la escasez de chasis en los puertos marítimos, por mencionar algunos.
Si bien la estructuración de su negocio requiere la afinación de múltiples detalles, sobre todo en la temporada de mayor demanda, su actitud siempre ha girado en torno a buscar soluciones y a escuchar las necesidades de sus clientes, lo que ha redundado en que, por más de 30 años, su empresa sea el referente en el mercado de venta e instalación de cisternas en la isla.
“A los clientes hay que escucharlos, ya que van dirigiendo el negocio”, afirmó categórica, mientras expresó que, de esa práctica, depende el éxito de cualquier empresa. En su caso, la llevó en aquel entonces a que se incluyera servicios como entrega, instalación y limpieza. También ha añadido los componentes de venta de piezas, así como el servicio de reemplazo de piezas operacionales de repuesto. Su amplia garantía y un servicio al cliente personalizado son elementos que diferencian a su compañía de otras en el mercado.En la actualidad, Puerto Rico Water Management tiene una amplia cartera de clientes que incluye residenciales, comerciales y gubernamentales que confían en la capacidad y la ética profesional Otero Rivera como su presidente.
A futuro, planifica seguir haciendo crecer a la compañía y continuar brindando servicios de excelencia. Para lograrlo, se mantiene al tanto de los avances de la tecnología e integra aquellas que faciliten la vida de los clientes y empleados y optimicen los procesos de instalación y funcionamiento de los equipos.
Para Otero Rivera “es muy grato saber que cuento con un gran equipo de trabajo que a través de su compromiso hemos logrado el éxito de esta empresa”. Asimismo, de suma importancia para ella es que sus clientes y proveedores puedan confiar en Puerto Rico Water porque mantiene unos valores que se basan en una cultura organizacional de credibilidad, lealtad y un alto sentido de ética.