Desde su llegada a Puerto Rico, a principios de la década de 1960, el arquitecto y urbanista Domingo Sadurní Casas forjó una trayectoria admirable, caracterizada por la creación de obras con elementos inconfundibles que, poco a poco, se fueron convirtiendo en una pauta a seguir y que le ganaron el reconocimiento de sus pares de la industria de la construcción local. Sin embargo, más que eso, fue un visionario y soñador empedernido, cuyas experiencias le dotaron de cualidades que, a lo largo de su vida personal y profesional, le permitieron sortear los retos de su nuevo país-hogar.
Hoy, sus hijos, el ingeniero civil Domingo Sadurní Martí y el arquitecto José Sadurní Martí, compartieron un poco de la historia de su padre, entre anécdotas, emociones y recuerdos repletos de admiración por el hombre y el profesional de quien heredaron el amor por sus respectivas profesiones y, más que nada, su respeto por el prójimo y, más importante aún, el amor familiar sin medida.
Al hablar de su padre, quien falleció en mayo de 2022, el ingeniero Sadurní Martí, lo hizo con calidez y entusiasmo, como si en cada palabra le rindiera un nuevo homenaje a quien en vida fuera una de las figuras de mayor reconocimiento de la industria de la construcción, pero, que en casa era simplemente su papá y el jefe de familia Sadurní Martí.
Nacido el 6 de abril de 1937, en Santiago de Cuba, en Cuba, el arquitecto Sadurní Casas creció en un hogar pleno de amor. “Mi abuelo, su padre, nació en Barcelona, España; y mi abuela era cubana. [Mi papá] nació en una familia acomodada en Santiago de Cuba y eran ganaderos”, contó el ingeniero Sadurní Martí, quien es el director de operaciones de Sadurní Architects and Engineers, al agregar que su padre estudió la escuela elemental y superior en el Colegio La Salle, en Santiago de Cuba.
Luego se trasladó a La Habana, a la Universidad de Villanueva, donde estudió en un ambiente progresista y de vanguardia que le acercaría a su vocación: la arquitectura. Tras cinco años en La Habana y una interrupción obligada de ocho meses en los que se trasladó a la Universidad de Houston, en Texas, la dictadura de Fulgencio Batista y la revolución encabezada por Fidel Castro, pronto cambiarían su destino “y sus sueños en Cuba se vinieron abajo”. Sin embargo, “su cubanía y su amor por Cuba”, se hicieron más fuertes.
Como en algún momento les explicó el arquitecto a sus hijos, esa salida forzosa a Houston fue la manera en la que sus padres buscaron protegerlo de la suerte que corrieron otros muchos jóvenes universitarios y que rechazaban el gobierno de Batista.
“Estaban asesinando a los muchachos. Había mucha turbulencia, así que los padres sacaban a sus hijos a Estados Unidos para protegerlos. En esa salida incidental de él a Houston tuvo la oportunidad de estudiar con el renombrado arquitecto Phillip Johnson”, describió el ingeniero Sadurní Martí.
Sin duda, los eventos que enfrentó el arquitecto Sadurní Casas en su natal país y que aceleraron su partida, incrementaron, a través de los años, su sentimiento patrio y la consabida esperanza, compartida por muchos, de poder regresar.
Por su parte, el arquitecto Sadurní Martí agregó al relato de su hermano que su padre salió de Cuba, vía Jamaica. “Una de sus anécdotas es que salió por Jamaica solo y de Jamaica [el objetivo] era buscar la forma de llegar a Estados Unidos, pero, cuando llegó a Jamaica estaban todos los niños y niñas cubanas con el mismo problema que él, esperando a ver por dónde salían y cómo”, recordó la narración de su padre, quien le afirmó que había muchas niñas durmiendo la plaza del pueblo, pues ya no cabían dentro de la iglesia para dormir. “Entonces él, el poco dinero que tenía se lo daba a las niñas, para que buscaran un sitio donde dormir, y él se quedó sin dinero allí”, recordó el también jefe de diseño de Sadurní Architects and Engineers, al mencionar que, en ese momento donde su padre le recontaba las experiencias que iniciaron su exilio, le recordó, también, cuán importante era tener amigos.
“Y me dijo: ‘llamé a un amigo mío, que yo sabía que el papá era senador de Luisiana cuando estaba estudiando en Houston; le dije mi problema y enseguida, por un ‘wire transfer’, mandó dinero, y así pude salir’”, le reveló.
Fue así como, a través de los años, los hermanos crecieron viendo a su padre devolver el favor, ayudando a cientos de compatriotas cubanos, quienes llegaban al exilio para recomenzar sus vidas.
“En esos primeros años, había tantas familias saliendo de Cuba, sin nada -porque tú salías de Cuba y te lo quitaban todo- y todas tuvieron que empezar desde cero y se ayudaban las unas a las otras, porque estaban en el mismo bote”, explicó el ingeniero Sadurní Martí, quien añadió que su papá llegó a ayudar a mucha gente. “Inicialmente, no tenía dinero, pero, eventualmente, en la medida en que fue mejorando su economía, sí ayudó a cientos de personas a poder salir de Cuba y a empezar”, exaltó, al recordar que el espíritu solidario de su padre no se limitaba a ayudar a los cubanos en el exilio, sino también a cualquier persona que necesitara un apoyo para recomenzar o seguir hacia adelante, ya fueran “por problemas de salud o financieros”, destacó, por su parte, el arquitecto Sadurní Martí.
El tema de Cuba era recurrente en el hogar de los Sadurní Martí, quizás alineado a la esperanza de poder regresar a la patria que vio nacer a su padre. Así que, por su experiencia, no era de extrañar que este fuera muy vocal y combativo en contra del comunismo como miembro de la Fundación Nacional Cubano Americana. Amigo entrañable de Jorge Mas Canosa, quien, en ese entonces, se visualizaba como la gran esperanza contra el régimen castrista, “el tema de Cuba fue disminuyendo”, tras la muerte de Mas Canosa en Miami, en 1997. Además, “si tú vienes a ver, ya [mi padre] era más puertorriqueño que cubano; ya había vivido mucho más tiempo aquí que allá”, recalcó el ingeniero, al detallar, junto a su hermano que, “ya de viejito, el tema de Cuba se eliminó por completo. Yo te diría que, en los últimos diez años de su vida, él no habló más de Cuba”.
Ante los ojos de sus hijos y el escrutinio de toda una industria, el trabajo del arquitecto y desarrollador Sadurní Casas puede catalogarse como innovador y, sin dudas, dejó un legado difícil de igualar en cantidad y calidad de proyectos, construidos en tiempo récord.
Cuando llegó a la isla, comenzó a trabajar en la firma de arquitectos e ingenieros Guillermety & Ortiz, que, a la sazón, tenía muchas obras de urbanizaciones en todo Puerto Rico, explicó el ingeniero Sadurní Martí. Por su capacidad, el arquitecto Luis Guillermety lo hizo jefe del Departamento de Arquitectura, donde, por unos ocho años, se dedicó al diseño de urbanizaciones.
“[Pero,] no solamente [se dedicó al] diseño de la estética de las casas, sino también en cómo trazar las calles y hacer una urbanización completa a base de los rasgos topográficos; si [los lotes] tenían quebradas, si tenían áreas elevadas o áreas más bajas, y cómo adaptar las calles a la topografía del terreno. Ese ‘expertise’ lo adquirió ahí”, afirmó el ingeniero, mientras expresó que, más adelante, esa experiencia le serviría al arquitecto Sadurní Casas, al establecer su propia compañía.
“La cantidad de desarrollos que él diseñó en Guillermety Ortiz le dieron ese conocimiento para, cuando se fue solo como desarrollador, poder diseñar sus propios proyectos, no solo en la parte que tiene que ver con los planos de la urbanización -los planos del ‘site’-, sino también del diseño de las casas”, explicó el ingeniero, al destacar que su padre trabajaba personalmente cada parte del proceso de diseño (excepto los planos de electricidad y estructurales, que delegaba a consultores externos de confianza). “Lo hacía todo; los diseños de los planos salían completos de nuestra oficina, tanto los planos del ‘site’ como los planos de los diferentes modelos [de casas]”, afirmó.
Como hijos y colegas, los hermanos Sadurní Martí fueron testigos de la gran satisfacción que sentía su padre al ir a un proyecto y ver convertirse en una realidad en cada obra lo que había soñado y luego plasmado en un plano. Una de sus mayores cualidades era que no tenía miedo de crear fuera de las tendencias establecidas en el momento, así, “poco a poco, la gente lo fue reconociendo, y lo sacaron del promedio. Llegó el momento donde él marcó la pauta de cuál era el estilo de urbanizar y en el diseño de las casas, y los demás urbanizadores de la época lo seguían”, detalló el ingeniero.
“Lo primero [que hacía mi padre] era mirar los ‘features’ [del lote] y no tocarlos, sino dejarlos para que fueran un realce de la belleza [del lugar]. De ahí partía todo”, indicó el arquitecto Sadurní Martí, quien describió el diseño de su progenitor como “timeless”, planteamiento reconocido por sus colegas a través de los años.
“Mi papá llegó de una época donde todas las casas eran cuartos separados; todo estaba dividido con paredes. [Entonces,] empezó con el ‘open concept’, donde todo era abierto y el diseño era muy sencillo; usaba el hormigón expuesto en muchas paredes de la casa, [así como] cristales para que se viera toda la vegetación [a través] del patio interior”, describió el menor de los hermanos Sadurní Martí, a la vez que comentó que este último elemento se convirtió en otro de los sellos inconfundibles de los diseños del arquitecto Sadurní Casas, al llevarlo masivamente a las urbanizaciones.
Asimismo, su hermano abundó en el trazado de las calles, otra característica del diseño de las urbanizaciones creadas por Sadurní Casas, ya que en estos logró, con maestría, que urbanizaciones difíciles de diseñar debido a sus marcadas diferencias en las elevaciones, tuvieran un movimiento orgánico.
“Con una serie de muros de retención, cortes y rellenos en el terreno, lograba algo agradable. No le gustaban las calles rectas. Hacía calles con curvas y con ‘cul-de-sacs’”, destacó el ingeniero Sadurní Martí.
En la década de 1980, la criminalidad alcanzó niveles preocupantes en el país y ante este panorama, el desarrollador y urbanista Sadurní Casas, siempre presto a buscar soluciones para las situaciones del momento, implementó un nuevo concepto: el control de acceso. Aunque fue considerada una solución controversial por algunos, en aquel período se convirtió en una respuesta de seguridad obligada por las circunstancias que vivía Puerto Rico.
Cocinas abiertas, con islas, campanas de extracción e integradas al espacio de estar, la casa patio y entradas de urbanización hermosas y con mucha vegetación, también fueron componentes distintivos de sus diseños, pero, según el ingeniero Sadurní Martí, su obra más relevante le permitió demostrar que su estilo único era probado y adecuado para desarrollar en Puerto Rico.
Según narraron el ingeniero y el arquitecto, su padre se creció en períodos de turbulencia socioeconómica en Puerto Rico. En la década de 1970, el colapso del petróleo y una recesión rampante golpeaban al país. Sin embargo, el empuje creativo de Sadurní Casas comenzó a cobrar cada vez más ímpetu y reconocimiento.
“El primer proyecto que él hizo se llamó Villa Venecia, en Carolina, 113 casas [construidas en el 1971] detrás del Aeropuerto [Internacional Luis Muñoz Marín], que logró hacer exitosamente, pero con mucha dificultad [por la situación económica del país]”, explicó el ingeniero, quien describió que la recesión hizo que su padre prácticamente perdiera todo el dinero que había ganado, pero, aun así, no se rindió.
Otro proyecto de esa época fue Villa Franca, en Palmas del Mar, Humacao, en el 1976. “Allí hasta mezcló hormigón”, acotó. Pasó a San Juan, donde construyó, entre otras, la urbanización Mansiones de Villanova, cerca de Montehiedra, en 1979; y Parque de San Ignacio, cerca del Colegio San Ignacio, en Río Piedras, en 1981.
Mientras grandes compañías constructoras iban colapsando como resultado de la crisis económica, el urbanista fue reclutando a ese talento diestro que se quedaba sin trabajo para que laborara en sus proyectos.
Desde mediados de la década de 1980 hasta principios del año 2000, “hubo un desarrollo increíble en la construcción y ahí fue donde mi papá realmente hizo la mayoría de sus obras”, enfatizó el ingeniero Sadurní Martí.
“Una vez que hizo Parque de San Ignacio y Parques de Santa María, ya él estaba en otra posición, ya la gente lo conocía, sabía de él y reconocía el diseño de sus casas, la velocidad con la que construía y el compromiso con el producto, por lo que los compradores hicieron casi una cultura y empezaron a seguirlo a casi todos los proyectos que hacía para comprarle una segunda casa o para comprar una casa y revenderla porque sabían que iba a coger valor rápido”, agregó el ingeniero.
Si bien su padre no tenía un proyecto favorito, “todos eran buenos, pero siempre estaba soñando en el próximo, hasta el último momento de su vida”, dijo el arquitecto Sadurní Martí, quien, como su hermano, opinó que fue La Villa de Torrimar el proyecto que propulsó un punto inflexión en la carrera del desarrollador.
Construida en el 1988, “esa urbanización fue su obra maestra”, dijo, sin titubeos, el ingeniero Sadurní Martí para agregar que otro elemento utilizado por Sadurní Casas en La Villa de Torrimar y que rompió con los estándares de la época y con el tabú de qué tipo de construcción se debía hacer en Puerto Rico por los huracanes, fueron los techos construidos en madera. “Fue algo revolucionario y después muchos lo imitaron”, argumentó el ingeniero.
A pesar de la incredulidad y la resistencia de algunos sectores, nada detuvo a Sadurní Casas, llevando a cabo el proyecto, tal y como lo había conceptualizado.
“Al principio, la gente tenía miedo de comprar una casa con techo de madera, por la mentalidad que había en el pueblo sobre los huracanes. [Pero, luego,] a la gente le gustó porque le daba altura a la casa, abría el espacio, y hacía la casa más fresca y tropical. Le probó a todos que [estaban equivocados] porque vinieron huracanes y ningún techo de esos se movió”, explicó el ingeniero Sadurní Martí complacido.
“Su mente siempre estaba adelantada, pero si algo yo puedo decir, [en honor] a la verdad, es que su obra más importante fue La Villa de Torrimar, en el sentido de que en esa obra él trabajó intensamente por dos años, sábados y domingos. Se probó a sí mismo y, después de ahí, podríamos decir que los demás proyectos partían de la experiencia de La Villa de Torrimar. Fue [un proyecto] muy difícil, atrevido e innovador. Yo creo que, aunque él no lo dijera, si se hace justicia a su trayectoria, ese fue el proyecto que lo transformó y lo llevó a otro nivel en todos los sentidos”, afirmó rotundamente.
Una de las hazanas de las cuales Sadurní Casas se sentía sumamente orgulloso fue haber construido 242 casas en Ciudad Jardín de Caguas en un tiempo récord de 10 meses.
El último diseño de Sadurní Casas lo trabajó en conjunto con su hijo José, en el año 2011. Se trata de Ciudad Jardín Juncos, un proyecto de vivienda asequible con unidades de tres habitaciones y dos baños, y una atractiva distribución en un área de 1,600 pies cuadrados, que enfatiza el posicionamiento de las habitaciones y del área de estar mirando hacia el patio, así como los techos de diferentes alturas en el garaje, los cuartos y en el área de estar, concepto que también fue imitado en la industria.
“Mi papá era precursor y, al momento de diseñar, nunca miraba el producto de la competencia. Él hacía y deshacía, con su diseños y estilos, y muchos buscaban reproducirlo”, destacó orgulloso el ingeniero Sadurní Martí.
Si había algo que Sadurní Casas disfrutaba infinitamente más que su trabajo como desarrollador y urbanista era estar con su familia.
“Siempre quería tener a toda la familia a su lado, a todos juntos, para salir a comer, viajar o pasar unos días en el campo. Era un padre muy familiar y en cada reunión quería a sus nietos a su lado para hacerles historias, [invitarles] a que soñaran, lucharan y se amaran los unos a los otros, porque que lo más importante era ese amor familiar”, recordó el arquitecto Sadurní Martí, mientras tanto, su hermano agregó que su padre tenía un gran sentido de justicia.
“A nosotros nos enseñó a trabajar, a apoyarnos, protegernos y cuidarnos porque lo principal era la familia”, dijo conmovido el ingeniero. “Nuestro papá se convirtió en una figura casi heroica, por decirlo así. Muchas veces, nosotros lo veíamos más alto, que como, quizás, lo veían otras personas, pero fue realmente una inspiración para todos nosotros”, finalizó diciendo.